Francesca Caccini y la primera ópera de una mujer: historia en los Teatros del Canal (2024)

Ópera

Los Teatros del Canal fueron testigos de la representación, al fin, de «La liberazione di Ruggiero dalla’isola d’Alcina»

Francesca Caccini y la primera ópera de una mujer: historia en los Teatros del Canal (1)

Francesca Caccini, nacida en 1587 en Florencia, no solamente fue una prolífica compositora italiana del siglo XVI, sino también la primera mujer en crear una ópera de la que se tiene registro. Su vida y obra reflejan el espíritu de su tiempo y la educación excepcional que recibió. Su contexto marcó a este genio, que componía, cantaba, recitaba, tocaba la guitarra, el laúd, el arpa y el teclado, enseñaba música y hasta creaba poesía en italiano y latín. Nació en una familia de músicos, lo que marcó profundamente su destino. Su padre, Giulio Caccini, fue un pionero de la música monódica y la enseñó a componer. Su madre era Lucia Gagnolanti, virtuosa y renombrada cantante. Su hermana Settima fue compositora, y su hermano mayor, Pompeo Caccini, sería cantante y pintor. En un entorno familiar donde se incentivaba el latín, la lengua, la literatura, las matemáticas y la música, Francesca vivió los inicios del Barroco educada con un espíritu puramente humanista.

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La tragedia golpeó pronto a Francesca con la muerte de su madre, pero el arte continuó estando presente gracias a su madrastra, Margherita della Scala, y el grupo de mujeres talentosas que enseñaron a los Caccini a dominar el canto. Este entorno privilegiado, donde mujeres profesionales actuaban en el «concerto delle donne», permitió a Francesca y a su hermana Settima brillar como sopranos en la obra «Le donne di Giulio Romano» («Las mujeres de Julio Romano»). Asimismo, la familia Caccini formaba una banda familiar que actuaba en la corte bajo la protección de los Médici, complementando al grupo de cantantes femeninas profesionales. Esta unión entre la familia y las artistas femeninas que cantaban en conjunto se denominó «Il Concerto Caccini». A los veinte años, Francesca ya era una cantora tan destacada que la corte del rey Enrique IV de Francia intentó contratarla, y, a su vez, la princesa Margherita della Somaglia-Peretti, cuñada del cardenal Montalto, le ofreció un generoso salario y dote. Sin embargo, permaneció en Florencia por orden del Gran Duque Ferdinando I de Toscana bajo el patrocinio de la corte de los Médici. El 15 de noviembre de 1608 se casó con el cantante Giovanni Battista Signorini, con quien tuvo a su hija Margherita Signorini, quien también se convirtió en cantante y monja.

Francesca Caccini y la primera ópera de una mujer: historia en los Teatros del Canal (5)

Marcada por la tragedia

La vida de Francesca no estuvo exenta de dificultades. Tras la muerte de su esposo Giovanni en 1626 se mudó a Lucca para ponerse al servicio del banquero y diplomático Vincenzo Buonvisi. Un año más tarde, en esa misma ciudad se casó con el mecenas y aristócrata Tomaso Raffaelli. En 1628 tuvo un hijo, también llamado Tomaso. Viuda nuevamente en 1634, regresó a Florencia con sus dos hijos y sirvió a la gran duquesa Cristina de Lorena y a la nueva gran duquesa Vittoria della Rovere hasta su dimisión en mayo de 1637. Después de 1641, su rastro se pierde en la historia, y presumiblemente falleció en 1645, cuando se encontró un registro de cambio de tutela de su hijo a su tío, Girolamo Raffaelli. Francesca Caccini dejó un legado musical impresionante. De sus obras destacan «Il primo libro delle musiche a una e due voci», una colección de treinta y dos canciones y cuatro dúos de soprano y bajo dedicadas al cardenal de Medici, así como las arias «Dove io credea», en «Ghirlandetta amorosa» (1621), de Constantini, y «Ch’io sia fidele», en «Le risonanti sfere» (1629), de Robletti. Pero, sin lugar a dudas, ha pasado a los anales de la historia por tratarse de la primera mujer de la que se conserva una ópera y es, en realidad, la única obra que conservamos de ella, aunque se sabe que escribió muchas más óperas y produjo espectáculos cortos para la corte, todos ellos actualmente perdidos. Su pieza más célebre se titula «La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina» («La liberación de Ruggiero de la isla de Alcina»), estrenada el 3 de febrero de 1625 en la Villa di Poggio Imperiale en Florencia para honrar la visita del príncipe Vladislao de Polonia en pleno Carnaval. Éste quedó tan encantado que tres años después mandó representarla en Varsovia. La leyenda en torno a esta obra la considera como la primera ópera cómica representada fuera de Italia. El Teatro Real de Madrid y los Teatros del Canal rescatan a esta figura de la historia e interpretará su obra de nuevo hasta el 9 de junio.

Volviendo a la historia de su vida, esta ópera solo se pudo realizar gracias a otra mujer. La archiduquesa regente María Magdalena de Austria, esposa de Cosme II de Médici, era la protectora y mecenas de Francesca en la capital italiana. Ella promovió esta curiosa presentación sin «castrato» solo cinco años después de la primera ópera impresa en Italia y que en realidad está basada en los cantos del seis al ocho del poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto y titulado «Orlando furioso». Quizá fue el interés por el genio de la compositora o porque el elemento femenino que mueve la acción de toda la narración es innovador y rompedor. Aunque en el título de la obra encontramos el nombre del protagonista masculino, la ópera narra la disputa entre Melissa y Alcina por Ruggiero. Melissa, la protagonista femenina, intenta salvar al pusilánime Ruggiero de la malvada maga Alcina, quien lanza hechizos mientras canta con sus ayudantes. La representación dicotómica de estas mujeres, una cándida y la otra ladina y sexualizada, pone de manifiesto la habilidad de Francesca para explorar la complejidad de los roles femeninos en su obra. Además, incorporó la figura de un andrógino, Atlante, lo que añade una dimensión neutral a la pieza.

«La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina» es más que una obra barroca, es una exaltación del poder femenino a través de la música. Refleja el ingenio de Francesca y su capacidad para utilizar la armonía como medio de expresión y dominación femenina. Su legado va más allá de las notas y las partituras; es un testimonio del poder transformador del arte. Su obra ha trascendido el tiempo, destacando no solo por ser pionera en la ópera, sino también por su innovadora representación de personajes femeninos. En definitiva, la historia de Francesca nos recuerda que el talento y la creatividad no conocen género, y que la determinación y el ingenio pueden romper cualquier barrera. Francesca Caccini no solo escribió música; escribió historia.

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